En fotografía, uno de los conceptos que a menudo cuesta introducir es la profundidad de campo. Sea porque el término técnico en si ya impone respeto, o porque te lo suelen empezar a explicar por la teoría, la realidad es que cualquiera puede entenderlo mejor si se ilustra con un ejemplo práctico.

Voy a ser breve: se conoce como bokeh al área desenfocada y de contornos suavizados que conforma el resto de la foto alrededor del sujeto enfocado. Generalmente es el fondo, aunque puedes jugar con la posición del punto de enfoque para que el primer plano también pierda protagonismo.

El bokeh es un efecto delicioso que ayuda a fijar el centro de atención en tu sujeto aislándolo de su entorno y aportando fuerza a una foto. Esto se cumple especialmente en los retratos.

El bokeh será más suave con un sensor más grande (de ahí lo difícil de lograr en cámaras compactas), con una distancia focal mayor (mejor con un teleobjetivo), si hay más distancia entre el sujeto y el fondo, pero sobre todo viene determinado por la apertura del diafragma: a mayor apertura (menor número f) mejor bokeh.

Así que a partir de ahora toma el control y no dejes el bokeh al azar. Monta tu teleobjetivo o el objetivo más luminoso de tu equipo fotográfico, fuerza la mayor apertura y atento al punto de enfoque. Verás qué fotos te regalas.

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Desplaza el slider para comprobar la diferencia que produce cambiar el punto de enfoque desplazando el bokeh entre el fondo y el primer plano. El centro de atención lo decides tú.

Roma

Si hay algo que me gusta de la Ciudad Eterna es que tienes la oportunidad de pisar el mismo suelo por el que caminó Julio César justo después de haber sido profanado por mil millones de turistas. Sólo entonces fueron a parar también por allí tus pies.

En nuestra reciente escapada a Roma, encontré una forma de adquirir mi punto de vista. Y en el bokeh estaba la clave. Una aventura estupenda. Espero que os gusten las fotos.